Una Respuesta Amable

Proverbios 15:1

¡Buenos días mujercitas, espero se encuentren bien! hoy nos toca platicar acerca del proverbio 14 y por supuesto que este proverbio como casi todos, toca varios temas, sin embargo, uno de los principales es la manera en la que utilizamos nuestra boca.

Cuando estaba chica escuché decir que para pelear se necesitan dos y esto se me quedó bien grabado, entonces desde que soy mamá este se volvió en uno de mis dichos favoritos. Y recuerdo que llegaban mis chicos peleando o discutiendo a pedir justicia o más bien un referí que era lo mismo y al término de toda la rebatinga y escándalo que se armaba de que: es que él me hizo, y yo le dije y viceversa, la situación concluía en que para pelear se necesitaban dos, así que generalmente todos los involucrados en el pleito se llevaban una consecuencia; unos por actuar mal, otros por responder agresivamente y comúnmente por las dos cosas juntas.

La verdad es que lo que decimos con nuestra boca es uno de los ingredientes indispensables e infalibles para que escale un pleito. Es algo así como el royal o el polvo para hornear en un pastel… es lo que hace que se infle, ¡que se expanda!

Dice el versículo uno: “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor”. Y en cualquier lugar, ya sea en nuestra casa, iglesia o trabajo y con cualquier persona ya sea conocida o no, podemos causar un gran problema si no cuidamos lo que decimos.

He conocido a muchas personas que han llegado a extremos catastróficos porque dicen que no saben controlar su boca; muchísimas esposas han llevado a sus maridos a extremos lamentables, hijas que les han faltado el respeto a sus padres de manera descarada y directa, hermanas que se han herido profundamente con lo que se han dicho, compañeras de trabajo o amigas que se han ofendido grandemente, y lo sé, lo sé porque yo misma he utilizado mi boca de maneras que no me enorgullezco en lo más mínimo y de las cuales me arrepiento y me arrepentiré toda la vida.

Le damos rienda suelta a nuestra boca pero el problema se incrementa porque muchas veces nos justificamos diciendo que “¡Ay! Es que hablamos sin pensar”, como si nuestra lengua fuera un musculo independiente de nuestro cerebro, algo que está fuera de nuestro control, como si las palabras se salieran por si solas y sin sentido en medio del acaloramiento, pero eso no es cierto ¿verdad que no es cierto? porque justo salen las palabras más elocuentes para hacer daño, las que sabes que prenderán al otro, las que son el golpe de gracia y noqueamos a nuestro contrincante con ellas. Entonces, no podemos salir con eso de que “es que no pensamos antes de hablar”, porque si lo pensamos, maliciosa, pecaminosa y vilmente lo pensamos.

Lo que si es cierto es que escogemos no detenernos, se nos hace muy fácil dejarnos llevar por nuestro primer impulso pecaminoso de defendernos haciendo daño y entonces sí, no nos detenemos a pensar en las consecuencias de lo que vamos decir y escogemos dañar nuestra relación con Dios y nuestras relaciones personales. Pero eso solo muestra nuestra falta de obediencia al Señor que nos dice (Le.19:18): “No seas vengativo con tu prójimo, ni le guardes rencor. Ama a tu prójimo como a ti mismo, Yo soy el Señor”.

Pero fíjense que les he dicho que escogemos no detenernos, que escogemos dañar nuestras relaciones, porque eso es lo que hacemos, en cuestión de segundos decidimos agarrar el camino fácil. Y pretextos podemos poner muchos, mi esposo decía de broma que ¡su papá era del Norte y que por eso hablaba fuerte y golpeado! Pero, aunque él lo decía de broma mucha gente lo dice en serio y se escuda en ese tipo de pretextos, pero la realidad es que no importa si naciste en el Norte, si creciste en una familia en donde se hablaban a punta de groserías y gritos, o si nunca aprendiste a expresarte sanamente, si conoces a Cristo Él te ha dado una nueva naturaleza y los que estamos en Él debemos andar como Él anduvo. Así que el primer paso es dejar de justificarte y dejar de culpar a los demás por la manera en tu escoges reaccionar ante la frustración y la agresión de alguien más.

Sé que no es fácil, en carne propia sé que no es fácil, pero debemos ser intencionales y proponernos luchar con la ayuda del Espíritu Santo quién nos capacita y con la ayuda de personas maduras en la fe a las que les podamos rendir cuentas periódicamente.

Dios nos va dando la victoria y cada vez conquistamos más terreno en esa área de nuestro carácter. Y es padrísimo comenzar a cosechar lo que fuimos sembrando y comprobar que, como dice este proverbio: “La blanda respuesta quita la ira, el corazón del justo piensa para responder, la lengua apacible es árbol de vida, la lengua de los sabios destila conocimiento”.

Estoy segura que si conoces el libro de Santiago se te vino a la mente mientras platicaba acerca de esto; entonces esta semana te recomiendo que leas y a medites el capítulo 3 de Santiago ya que nos explica detalladamente las consecuencias de lo que decimos y nos ayuda a concientizarnos más de las palabras que salen de nuestra boca.

¡Que tengas una linda semana, y que Dios te bendiga!


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