Jesús es más que un iluminado, un profeta, un gran líder, el parte aguas de nuestro calendario, el origen del cristianismo… Jesús es Dios. La Biblia nos enseña en decenas de pasajes acerca de la deidad de Cristo. Los líderes religiosos del primer siglo lo quisieron matar en varias ocasiones porque entendían que decía ser Dios. La pregunta constante que se hacían era ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios? ¿Quién puede hacer las señales que este hace sino es quien dice ser? ¿Qué poder tiene este que aún el viento y el mar le obedecen? ¿Quién puede resucitar a alguien de la muerte sino solo aquel que le dio la vida?
Las profecías del Antiguo Testamento hablaban del Mesías que vendría y auguraban con detalle hasta el lugar de nacimiento de Jesús, la huida a Egipto, su vida, muerte y resurrección.
Jesús es importante porque es Dios pero es de especial importancia para nosotros porque es también nuestro libertador. Cuando el hombre desobedeció a Dios cayó en pecado. Dios es santo y no puede tener comunión con el pecado por lo que el hombre quedó separado de Dios. En su justicia Dios decretó que el pago del pecado es la muerte y todos los hombres están destinados a la muerte eterna.
Sin embargo, debido al amor de Dios y para manifestar su justicia, Jesús decide venir y hacerse hombre para vivir una vida de obediencia que agrade a Dios, una vida sin pecado. De esta manera su muerte en la cruz pagaría la pena que nos corresponde por nuestro pecado justificándonos así delante de Dios y reconciliándonos con el Padre.
El Nuevo Testamento enseña que así como por la desobediencia de uno (Adán) los muchos fueron considerados transgresores, por la obediencia de uno solo (Jesús) los muchos serán considerados justos. La vida y muerte de Jesús fue agradable delante de Dios Padre quien le resucitó de los muertos demostrando así su deidad y su victoria sobre la muerte y el pecado.
Ahora Jesús reina a la diestra de Dios Padre y espera el momento en que regresará por todos aquellos que se han arrepentido de sus vidas de pecado y han aceptado el sacrificio de Jesús en lugar nuestro. Aquellos que le reconocen como su Dios, como su Señor y su Salvador, quienes esperan su regreso para vivir eternamente en la presencia de Dios.
Cuando los judíos le increparon a Jesús que si se creía mejor que Abraham, el respondió “antes que Abraham fuese YO SOY”. No respondió yo era, ni yo fui, sino yo soy. Jesús es el mismo ayer, hoy y por los siglos. Su tumba está vacía. Es el único que dijo ser Dios y que lo demostró en su resurrección. El único que puede rescatarnos de nuestro pecado y el único que puede reconciliarnos con Dios.
Podemos conocer a Jesús mediante su Palabra. Siendo un Dios vivo y real, podemos hablarle y rendirle nuestra vida. Él escuchará nuestra oración porque así lo prometió y nos dará vida en abundancia. Usted puede conocer a Jesús personalmente y permitirle experimentar la gracia de Dios sobre su vida. Acérquese a Él y dígale “quiero conocerte”.