¿El Plan de Dios o tu Plan?

Hechos 1:6-8

Imagínate que contratas a un pintor para que remodele la sala de tu casa pintando las paredes de un hermoso tono durazno que combine perfectamente con los muebles, las cortinas y ese maravilloso cuadro hiperrealista de Aimeé Pérez que acabas de comprar y que lucirá increíblemente en la pared más grande.

De modo que llega el pintor y te promete que el trabajo estará terminado cuando regreses de tu campamento el fin de semana. A tu regreso abres la puerta esperando ver el nuevo estilo de tu sala y resulta que el hombre pintó las paredes verde pistache!!! Casi fuera de ti, pero guardando la compostura como un buen cristiano le llamas al pintor y la única explicación que te da es que en su experiencia las salas lucen más de color verde que el tono durazno que tú querías.

¿Qué tan frustrado te sentirías? Estoy seguro que yo me sentiría frustradísimo porque el hombre no hizo lo que le pedí. A fin de cuentas es mi sala y yo la pinto del color que yo quiera, yo soy quien vive en esa casa.

Pero aunque este ejemplo pareciera simplista o irreal, la verdad de las cosas es que muchas veces así somos con Dios. El es el Creador y dueño de todo lo que existe y aunque nos dice lo que quiere que hagamos, invariablemente buscamos hacer lo que nosotros queremos. Peor aún, ¡queremos que Dios haga lo que nosotros decimos!

Cuando lo piensas en el caso del pintor dices “qué tipo más irresponsable” pero cuando lo pensamos en uno mismo es fácil encontrar excusas.

Los discípulos de Jesús no eran muy diferentes. Quiero que veas la escena que leemos al principio de Hechos. Han visto al Señor resucitado durante cuarenta días y les pide encontrarse con él en cierto lugar a las afueras de la ciudad. Les acaba de decir que en pocos días serán bautizados con el Espíritu Santo y que recibirán la promesa del Padre y mira lo que estos hombres le dicen, leamos juntos Hechos 1:6-8

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El Señor les está hablando de algo impresionante, algo que como te dije la semana pasada cambió la historia de la humanidad para siempre, algo inaudito y completamente fuera de serie, Dios mismo habitando en el hombre, haciendo del discípulo de Jesús el templo del Espíritu Santo… Dios contigo siempre, su presencia guiándote, fortaleciéndote, dirigiéndote…

Y estos hombres siguen con su rollo en la cabeza “¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”. ¡el colmo! ¡tres años han estado con el Señor! Una y otra y otra vez el Señor les ha dicho que su reino no es de este mundo, que va a preparar lugar para nosotros, que hará nuevas todas las cosas pero ellos siguen pensando en que Israel se deshaga de los romanos y vuelva a ser la nación por encima de todas las demás.

¡Dios revelándoles su plan perfecto y ellos queriendo pintar de verde pistache la sala!

El Señor, tan lindo como siempre, les responde su pregunta con un “no les toca a ustedes saber el tiempo o las sazones que el Padre puso en su sola potestad”… en otras palabras, eso es cosa del Padre ¡mejor pongan atención a lo que les estoy diciendo! Porque les dice “pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo” y les explica el plan de Dios.

Muy a menudo somos como los discípulos de Cristo y venimos a Dios con nuestro plan, con nuestras interrogantes o lo que creemos que debemos saber en lugar de venir dispuestos a escuchar lo que Dios tiene que decirnos. A veces estamos tan centrados en lo que nosotros queremos que incluso hemos perdido la capacidad de escuchar a los demás, ya no se diga al Señor mismo.

Si eres casado pregúntale a tu cónyuge si necesitas escucharla más y mejor y te sorprenderá la respuesta. Para que te des una idea, la semana pasada estaba leyendo acerca de los negociadores de rehenes del FBI y dicen que estamos tan acostumbrados a no escuchar a los demás, que es necesario que haya al menos cinco personas escuchando la negociación porque lo que uno no escucha lo escucha el otro.

Pero esto solo es el reflejo de lo centrados en nosotros mismos que somos.

Dios tenía otro plan muy distinto, no era el de restaurar el reino de Israel en este tiempo, sino el que ese grupo insignificante de pescadores y obreros, entre los que había recolectores de impuestos, prostitutas, pobres y todo tipo de personas recibirán el Espíritu de Dios y se convirtieran en embajadores del reino de Dios en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra.

Ellos solamente podían ver lo que tenían enfrente. Dios, en cambio, tenía un plan para todo el mundo por medio de ellos.

Yo no sé si te das cuenta de lo importante de las palabras de Jesús, fueron las últimas palabras que le dijo a sus discípulos y por ese simple hecho deben ser consideradas con gran atención.

Reflexiona conmigo ¿Cuántas veces te presentas a Dios con tu propia agenda, con peticiones para satisfacer los deseos de lo que tú quieres y cuántas veces vienes a Él en busca de conocer Su voluntad y de cumplir los deseos que Él tiene para tu vida? ¿Y cómo saber Su voluntad?

Comienza a leer tu Biblia con el propósito específico de conocer mejor a nuestro Señor y descubrir su voluntad. Verás que si aprendes a poner atención a las cosas que Él nos dice todo será más claro.

Ora por que el Espíritu de Dios te ayude a alcanzar el propósito por el cual fuiste rescatado por la gracia de Dios y un poco menos por hacer tu voluntad.

Vale la pena recordar la petición del Padre Nuestro que viene antes de nuestras necesidades. “Hágase tu voluntad”.


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