Consuelo en medio de la Pérdida

La mayoría de nosotros hemos sufrido la pérdida de algún ser querido. La muerte de alguien cercano es una de esas experiencias atroces que nos revela nuestra impotencia y fragilidad, nos hace vulnerables y nos abre los ojos a la realidad de que no somos eternos y que la vida es fugaz; como dice el libro de Santiago en el Nuevo Testamento: “Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.”.

Rara vez tenemos la oportunidad de estar junto a alguien que está por morir y acompañarlo en sus últimos minutos. Cuando esa oportunidad se da podemos escuchar sus últimas palabras, ponernos a cuentas con ellos y manifestarles nuestro profundo cariño. Pero cuando la vida de estas personas nos es robada, cuando la oportunidad de estar con ellos se nos ha arrebatado y no pudimos despedirnos de ellos o hacerles saber cuánto los amamos, sentimos un profundo dolor mezclado con impotencia, frustración y una tremenda tristeza.

Pero Dios nos ha dado algo maravilloso; el poder de recordar y revivir, aunque sea por un momento, esas memorias, esas vivencias que compartimos con nuestros seres queridos. Todos esos momentos de risas y alegrías que juntos disfrutamos, aquellas situaciones incómodas que en el momento fueron difíciles pero que después recordamos con sonrisas e incluso los pleitos y sombrerazos que terminaban en abrazos, besos o una tierna palmadita en la espalda.

Cuando recuerdes todas esas oportunidades que Dios te regaló eleva una oración de agradecimiento al Señor por la vida de esa persona. Una persona que contribuyó a formar tu carácter y personalidad para que llegases a ser la persona que hoy eres. Un amigo, un hermano, un padre, una madre, alguien que te acompañó en tu peregrinar por esta vida hasta que fue llamado a la presencia de Dios.

La Biblia nos dice que no debemos entristecernos como aquellos que no tienen esperanza, esto quiere decir que nuestra tristeza debe ser una tristeza llena de consuelo en la realidad de las promesas de Cristo, que quienes han sido reconciliados con Dios tenemos una nueva vida abundante en su presencia. Morimos a este mundo pero nacemos a una eternidad gloriosa en la presencia de Dios, una eternidad donde seremos reunidos con todos aquellos que se nos adelantaron, pero que disfrutan de una vida libre de pecado, libre de sufrimiento y dolor, libre de angustia y llenos del gozo y la paz de nuestro Salvador.

En medio de tu tristeza voltea hacia Jesucristo con anhelo y con la seguridad que los años que nos regale el Señor sobre esta tierra pasaran demasiado pronto, por lo que ahora es tu turno ser esa persona que influya en los demás para llenar este mundo con el amor de Cristo y que un día, alguien más agradezca al Señor por haberte puesto en su vida.

Que Dios te bendiga.


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