La Ansiedad y las malas amistades, drogas y abuso de alcohol

Día 9 “La Ansiedad y las malas amistades, drogas y abuso de alcohol”

¡Buenos días, espero se encuentren bien! En el video pasado platiqué que
uno de los motivos por los que podemos experimentar ansiedad y no tenerlo consciente es por haber dejado pleitos y discusiones sin arreglar como Dios manda y por ello es indispensable resolver nuestros conflictos familiares y personales de la mano de Dios, buscando pedir perdón y perdonar a la otra parte. Hoy hablaré acerca de la ansiedad que se origina cuando andamos en malas compañías, usamos drogas o abusamos del alcohol.

Las Escrituras nos enseñan muchísimo acerca de las malas compañías, del exceso del vino y aunque, no directamente de las drogas, si de no permitir que perdamos el dominio propio o la claridad mental. Y el problema con las malas compañías es que dan malos consejos, malas opciones y PEORES resultados. Los malos amigos no solo tapan nuestro pecado, sino que nos incitan a seguir haciéndolo y se complacen con ello. Por ejemplo, una amiga que te incita a estar de chismosa o a andar criticando o que te calienta la cabeza en contra de alguien, al rato te va a hacer perder tu paz mental, al igual que un amigo que te manda “inocentemente” mujeres desnudas por WhatsApp y que, al rato, terminas con problemas maritales.

Y una historia que ejemplifica el daño que hacen las malas compañías es la historia de Lot. Lot se separó de Abraham y poco a poco se fue acercando más a Sodoma hasta que terminó viviendo con ellos. Los sodomitas eran, como los describe la Biblia, “malos y pecadores en gran manera” pero a Lot no le importó y poco a poco se fue corrompiendo, como dice 1 Corintios 15:33 “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. Y la historia sigue: La insensibilidad de Lot llegó a tal punto que fue capaz de ofrecer sexualmente a sus dos hijas vírgenes a toda una multitud para que hicieran con ellas lo que quisieran, pero en el inter ocurre la destrucción de Sodoma y Gomorra y Lot huye con sus dos hijas y se refugia en una cueva. En la cueva, las dos hijas emborrachan a su padre y se embarazan de él, de ahí vienen los dos pueblos enemigos de Israel: los moabitas y los amonitas. Si no conoces la historia léela, la encuentras en Génesis 19.

Pero el punto a resaltar es lo fáciles que somos para permitir y hasta para apapachar un poquito de pecado en nuestra vida, Lot no comenzó tan terrible como terminó y estoy segura de que, de haber conocido el futuro, jamás se hubiera ido a vivir a Sodoma. Sin embargo, tanto Lot como sus hijas terminaron haciendo lo que veían “normal” y eso mismo nos pasa a todos los seres humanos. Como dice Proverbios 13:20 “El que anda con sabios, sabio será; mas el que se junta con necios será quebrantado”.

Y a veces les abrimos la puerta a las malas compañías porque queremos pertenecer a un grupo social o a un grupo de amigos y, además también porque nos gusta el pecado… claro que nos gusta, pero cuando nos damos cuenta que ya no podemos seguir manejándolo y que más bien el pecado nos está manejando a nosotros, entonces la ansiedad se hace presente y sentimos que ya no podemos más, que algo tiene que pasar y que alguien nos tiene que ayudar porque hemos llegando al fondo.

Necesitamos ser honestos con nosotros mismos e identificar como nos están afectando las malas compañías. Miren, el problema con el pecado es que las consecuencias en este mundo no siempre son evidentes, son cambiantes, y por eso llegamos a sentir que nos podemos salir con la nuestra. Por ejemplo, todos sabemos que está mal robarnos un chicle de la tiendita de la esquina, pero decides hacerlo por la adrenalina del pecado, por ceder ante la presión o por sentir que eres bien astuto, y la primera vez no te pasa nada, paso siguiente, te robas el chicle junto con chocolates y una coca cola y tampoco te pasa nada, otro día te robas los chicles, los chocolates, la coca cola, un billete de la lotería porque te sientes de suerte, y un poco de dinero en efectivo, y así sucesivamente vas escalando hasta que te robas algo en grande y te meten a la cárcel. Pero si desde el principio hubieras identificado las malas compañías, tu tendencia pecaminosa y como juntas hacen dinamita en tu caminar con Cristo, hubieras decidido no robar desde el primer chicle. Pero el problema es que nos sentimos invencibles, hasta que las consecuencias se hacen presentes.

Por el otro lado, las Escrituras nos enseñan lo malo que es el exceso del vino y aunque, no directamente de las drogas, si de no permitir que perdamos el dominio propio o la claridad mental. Físicamente está comprobado que el uso de drogas y el abuso de alcohol están íntimamente relacionados con la ansiedad y las crisis de pánico, y, sin embargo, nos encanta pensar que podemos vivir tranquilos cometiendo excesos de este tipo. Inclusive, y aquí está una ironía grande, los antidepresivos que receta la psiquiatría y la psicología para tratar algunos trastornos de ansiedad y la depresión generan más ansiedad, dependencia y un sentimiento de estar sedado y adormecido mentalmente, de hecho, en muchas ocasiones, estos medicamentos empeoran el cuadro con pensamientos suicidas y aletargan a la persona.

Ahora, yo entiendo que en contadas ocasiones es necesario el medicamento, pero no todas las veces, ni casi todas, de hecho, son mínimas las ocasiones en las que realmente es indispensable los antidepresivos para un trastorno de ansiedad… consumir este tipo de drogas nunca debe ser tomado a la ligera y siempre debe de ir de la mano de un consejero bíblico, de un grupo de apoyo cristiano y de la familia que nos ayude a enfocarnos en Dios, porque acuérdense que la ansiedad en sí no es una enfermedad, sino un síntoma de que algo no está bien con nuestra alma, tomar el medicamento sin involucrar a Dios y a los hermanos en Cristo que puedan ayudarnos, sería como tomar medicina para el dolor sin tratar la causa que lo está generando, Debemos tratar la ansiedad directamente desde la perspectiva del Creador de nuestra alma.

Por eso, si reconoces que tu ansiedad es el resultado de andar en malas compañías, exceso de vino o usar drogas, necesitas hacerte de valentía y acabar de tajo con todo esto. Me encanta el ejemplo de Agustín de Hipona, mejor conocido como San Agustín, él fue un desastre antes de entregarle su vida a Cristo, pero una vez hecha su conversión, Agustín rompió todas las cadenas que lo ataban a su vida desenfrenada y fue un hombre totalmente nuevo y diferente. En sus propias palabras dijo:

“Estaba sujeto, no con los hierros de otros hombres, sino por mi propia voluntad férrea. El enemigo sostenía mi voluntad, y eso era una cadena para mí que me ataba. Pues la lascivia nació de una voluntad activa; y una lascivia satisfecha se volvió costumbre; y la costumbre ignorada se convirtió en necesidad. Por sus eslabones, por así decirlo, bien cohesionados (por eso los llamo cadenas) estaba sometido a dura esclavitud…”

¡Que tengas un lindo día y que Dios te bendiga!


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