Detente y Medita

Proverbios 24:19, 20 y 32

¡Buenos días mujercitas, espero se encuentren bien! El capítulo 24 cuenta acerca de una persona que ve la desgracia en la que caen las personas negligentes, las faltas de entendimiento o simples. Y narra todo el desastre que se provocaron a sí mismas, pero también cuenta que la persona que vio todo el relajo dijo: Miré, y lo puse en mi corazón; Lo vi, y tomé consejo.

Y esto me recordó ese dicho que dice que “nadie experimenta en cabeza ajena” pero la verdad es que este dicho no debe de ser una ley para las personas que tenemos temor de Dios, porque el temor a Dios nos debe de frenar de hacer muchas tonterías y nos debe de animar a considerar la vida de los demás y los resultados que han obtenido.

Todas podemos ver miles de calamidades que hay en nuestro entorno; divorcios, suicidios, pleitos, relaciones rotas, gente sin oficio ni beneficio, personas que viven una vida de abandono y conmiseración, que han perdido no solo el tiempo, sino su salud, sus finanzas, sus familias, y necesitamos detenernos a observar y aprender algo de todo lo que estamos viendo porque no es sabio hacer lo mismo.

Y es que es increíble que veamos que tantas cosas están mal en nuestro entorno y no hagamos nada por aprender de los errores ajenos, y pienso en todas esas mujeres que viven su vida lejos de Dios y de querer agradarlo; que hacen las cosas por costumbre, o porque no han conocido nada mejor o por miedo al qué dirán. Y lo triste es que muchas de ellas van a la iglesia, sin embargo, siguen viviendo en su buen entender; hablan con groserías, son chismosillas, promiscuas, invierten horas comprando cosas, se visten provocativamente, salen de antro con las amigas, se emborrachan y viven creyendo que entre más bonito cuerpo tengan valdrán más o serán mejor que las demás.

Y yo sé de lo que te hablo porque yo misma me he encontrado en esa postura, diciendo que quiero agradar a Dios, pero deseando tener el cuerpo de Miss Universo, (bueno hasta hace un año, porque ya ven que salieron con la modalidad de que es transgenero), pero entonces leo los versículos 19 y 20 que dicen “No te entremetas con los malignos, Ni tengas envidia de los impíos; Porque para el malo no habrá buen fin, Y la lámpara de los impíos será apagada”.

Y no es que tenga nada en contra de las personas que son transgenro, o de las que dicen groserías, o de las que son promiscuas o de esas que se la viven en el gimnasio, ni de aquellas que son chismosillas, de hecho, reconozco que en muchísimas cosas son mejores que yo, comenzando por la disciplina para ir al gimnasio y comer sano todos los días. Pero eso no les quita que, a los ojos de Dios, están mal enfocadas. Y me da tristeza porque viven creyendo que lo que hacen es el todo en la vida y eso las define, no Dios, además aseguran que están en lo correcto y exigen que Dios o por lo menos el mundo acepte sus pecados y los vean normales, pero finalmente, no tienen paz porque su vida irá (o ya va) de mal en peor.

Les voy a poner un ejemplo, porque ya saben que a mí me gustan los ejemplos porque así entiendo mejor: una esposa joven, cristiana, llega a consejería porque siente que ya no puede más con su marido, se quiere divorciar o por lo menos separarse por un tiempo. Cuando le pregunto que por qué está harta, me dice que porque su esposo se va muchos fines de semana a tomar con los amigos y no la invita (obviamente han tenido muchos pleitos por eso y está preocupada porque ella sabe, que, entre copitas y puros hombres, es bien fácil ver a la chica de al lado con otros ojos). Entonces me confiesa, que en muchas ocasiones ella, de coraje, deja al niño en casa de su mamá y se va también con sus propios amigos, y pues, ya en la reunión también se toma sus cervecitas y a veces ha llegado a sonreírle a algún desconocido.

Cómo pueden ver esto ejemplifica claramente todo lo que les digo; a veces hacemos cosas que sabemos que están mal, pero las seguimos haciendo, ya sea por despecho, por costumbre, porque todo el mundo lo hace o porque queremos seguir siendo parte de nuestro grupito de amigos.

Sin embargo, cuando le pedí que analizara la vida de sus amigos ella misma cayó en la cuenta de lo mal que estaban por el pecado que ellos mismos estaban apapachando. Algunas eran mamás solteras, otra acababa de abortar porque era de un chavo con el que solo estaba pasando el rato, otros estaban divorciados, otros estaban peleados con toda la familia, uno de ellos tenía una enfermedad venérea, otros no tenían trabajo, otros seguían casados pero tenían pleitos que llegaban no solo a los insultos sino a los golpes, una de sus amigas más íntimas estaban tan deprimida que quería suicidarse, mientras que otro vivía desde hace varios años con una chava pero le era infiel cada que se le presentaba la oportunidad.

Le pedí a mi aconsejada que meditara en todo lo que habíamos hablado y mientras más platicábamos más comprendía que la vida que llevamos si no tenemos a Cristo y sin un compromiso de obedecer la Palabra de Dios es una vida sin buenos frutos.

Así que esta semana te invito a que veas tu entorno, medita en el resultado que están teniendo las personas más cercanas a ti, analiza con honestidad si estás haciendo lo mismo y de ser así, deja de hacerlo inmediatamente y aprende en cabeza ajena.

¡Que tengas una linda semana, y que Dios te bendiga!


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