La llegada del Espíritu Santo

La llegada del Espíritu Santo
Hechos 2:1-13

Cuando Dios le habló a Moisés por primera vez el pastor le dijo a Dios que la gente no le creería que había hablado con el Creador, por lo que Dios le dio varias señales que él podría repetir delante de los ancianos de Israel como su vara convertida en serpiente, la lepra invadiendo su mano y sanando, o el agua transformada en sangre.

Más adelante Dios haría señales similares y mucho más grandes para que conocieran quién era Dios con cada una de las plagas. Lo mismo con los demás profetas, el nacimiento de Jesús y ahora el inicio de una nueva relación con Dios mediante su Espíritu Santo.

Ya en el primer capítulo habíamos visto la promesa del Padre pero ahora leemos el testimonio de la llegada del Espíritu Santo.

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¡Qué impresionante experiencia! ¿te imaginas? En primer lugar el estruendo… y cuando a penas te estabas reponiendo del susto de pronto observas lenguas como de fuego que van asentándose en cada uno de los que estaban allí reunidos y de pronto… ¡llenos del Espíritu Santo comienzan a hablar en otros idiomas!

Dice el v. 6 que con el estruendo se juntó una gran multitud a ver qué era lo que estaba pasando y como en aquellas fiestas venía a Jerusalén gente de todas las regiones y distintas nacionalidades, se llevaron la sorpresa de su vida cuando ven a un grupo de galileos hablando en todos esos idiomas.

El de Creta, el de África, el de Panfilia, el de Egipto, el de Arabia, el romano, todos los escuchaban hablando perfectamente en sus idiomas ¿y qué era lo que decían? Dice el v.11 que los oían hablar las maravillas de Dios. No por nada estaban todos atónitos y perplejos.

La manifestación del Espíritu Santo en sus vidas fue visible y audible y completamente en línea con lo que las Escrituras enseñan del Espíritu Santo quien siempre dará la gloria a nuestro Señor Jesucristo. Estos hombres hablaban en distintos idiomas dando la gloria al Señor.

La única ocasión en la que leemos este tipo de confusión en las Escrituras fue miles de años antes en la torre de Babel, cuando los hombres cegados por su orgullo creyeron que podían ser mejores que Dios y decidieron desobedecerlo. En aquella ocasión Dios les había dicho que se dispersaran y llenaran la tierra, pero ellos quisieron hacerse un nombre para ellos mismos, una torre que llegara hasta el cielo y hacer a un lado a Dios.

En consecuencia, Dios confundió sus lenguajes de modo que no pudieran entenderse el uno al otro y así tuvieron que esparcirse por el mundo dando origen a todos los idiomas que ahora conocemos. Pero en Hechos sucede exactamente lo opuesto: Dios les une en un mismo Espíritu y les permite comunicar en todos los idiomas que estaban presentes las maravillas de Dios.

El pecado y la desobediencia que había traído confusión y división en Babel ahora era revertido por la unidad del Espíritu y la confesión de los creyentes en todos los idiomas de la increíble salvación que Cristo había logrado por nosotros.

Si bien es cierto que algunos creyeron que los discípulos de Jesús estaban borrachos, también es cierto que la señal fue tan impresionante que todos se preguntaban lo que eso significaría, dejando espacio a que Pedro proclamara las grandes verdades del Evangelio a toda la multitud.

La fiesta de pentecostés era la fiesta de los primeros frutos. Y estos discípulos fueron sin duda los primeros frutos de la obra regeneradora de Jesús, sobre quienes el Espíritu Santo de Dios vino con poder como las primicias de la iglesia del Señor.

En la actualidad, toda persona que ha nacido de nuevo experimenta al igual que aquellos hombres, el bautismo del Espíritu Santo quien hace su habitación en nuestra vida para guiarnos y transformarnos hasta el día de Jesucristo. En ese sentido podemos vivir confiados de que la promesa del Padre se cumplió y se cumple en las vidas de todos los creyentes.

Esto no quiere decir que todo creyente deba hablar en diferentes lenguas o idiomas de manera sobrenatural como lo hicieron ellos, sino que somos parte de la familia de Dios y su Espíritu Santo mora en nosotros.

Dios te bendiga


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