¿Qué buscas para tu futuro?

Mateo 20: “¿Qué buscas para tu futuro?”

¡Buenos días mujercitas, espero se encuentren bien! Hoy estaré hablando acerca de la tercera vez que Jesús anuncia su muerte, esto lo encuentras en Mateo 20, así que te invito que lo leas tu misma para que estemos en la misma página.

Desde que Jesús comenzó a anunciar su muerte en Mateo 16, vamos a ver que los discípulos empiezan a preocuparse por quién sería el mayor (Mt. 18:1), qué recompensa recibirían por haber dejado todo y seguirlo (Mt. 19:27) y en este capítulo, en cuanto termina de explicar todo lo que había de pasarle, comienzan a preocuparse por quién se sentaría a su lado.

Y veo muchas cosas en este pasaje, pero me voy a centrar sólo en dos, la primera es en la mamá de los hijos de Zebedeo que llega a postrarse a los pies de Cristo y a rogarle que, cuando estuviera en su trono, permitiera que sus dos hijos se sentaran cada uno a su lado.

A simple vista, se nota que esta mujer tenía fe, creyó en Jesús y en su palabra, creyó que iba a resucitar y que, como había dicho antes (Mt. 19:28) iba a sentarse en el trono de su Gloria. Nadie puede negar que esa mujer tenía fe, y quiso aprovechar el momento para asegurarles a sus hijos una buena posición. Aparentemente su petición no tiene nada de malo, después de todo ¿qué mamá no busca lo mejor para sus hijos? ¿y qué mejor que asegurar que en su futuro sean personas importantes? Es más, ni siquiera pidió algo para ella.

Sin embargo, Jesús le cambió la pichada, de hecho, llevaba ya varias semanas hablando acerca de que el menor sería el mayor, de que el más humilde sería el más exaltado, y que de nada le serviría al hombre ganar al mundo entero si perdía su alma. También enseñó que los que querían seguirlo debían cargar su propia cruz y negarse a sí mismos, y que los primeros serían los postreros. En pocas palabras todo ese tiempo estuvo enseñando y explicando que las posiciones de éxito para Dios no son las mismas que las del mundo. Pero ni la mamá, ni los discípulos, lo había entendido.

Y a veces podemos ser exactamente igual a ella, creemos en Dios y confiamos en Cristo, pero sentimos la necesidad de echarle una manita cuando se trata de nuestros hijos, y podemos enfocarnos demasiado en este mundo; en el dinero, en el éxito o en las posesiones.

De hecho, es muy común que los padres les digan a sus hijos: “Hijo, tú sé lo que quieras ser, pero sé el mejor de todos”, “estudia mucho porque si no estudias no vas a ser nadie en este mundo”, o “entre más preparado estés, mejor calidad de cida vas a tener”.

Y nos afanamos demasiado en que estudien en las mejores escuelas, que escojan una carrera prometedora, que obtengan reconocimientos, que presuman los diplomas, ¡ah! y que gocen de una buena posición social, pero hacemos a un lado lo que realmente es importante como: que busquen a Dios, que sirvan a los demás, que dejen que otros brillen, y se emocionen con el éxito ajeno, que vivan una vida sencilla pero enfocada en Cristo, una vida con contentamiento, no una complicada luchando por tener cada vez más y más, y mejor y nuevo, que por cierto, es una vida de muchas insatisfacciones.

Pues así estaban Santiago, Juan y su madre, pero Cristo les contesta: “el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.

Pero les dije que les iba a hablar de dos puntos, el segundo me entristeció cuando profundicé un poco más. Jesús había predicho su muerte en dos ocasiones anteriores, esta era la tercera. En esta les daba detalles específicos de los sufrimientos que le esperaban, pero parece que nadie lo está escuchando, al contrario, los discípulos se cuestionan y pelean por el lugar que van a obtener y se enfocan en ellos, nadie pregunta, nadie inquiere, nadie se indigna, nadie se entristece, nadie ¡NADA, sólo silencio! No leemos un “Señor, déjame orar por ti”, o “¿qué sientes Jesús? ¿estás preocupado? ¿De qué hablas? ¿Cómo puedo ayudarte?” no, ¡Nada, no se lee absolutamente nada! y saber que vas a ir a un lugar en donde vas a sufrir, y que te van a lastimar y no puedes hacer nada para impedirlo es angustiante, la angustia te va comiendo desde antes que llegue el momento.

Y les confieso que me da coraje, me da coraje y me da tristeza, mucha tristeza porque la gente somos así, yo soy así, vivimos centrados y preocupados tan sólo en nosotros mismos. Y me duele mi corazón, en serio me duele y me entristece porque veo mi entorno, y veo sufrimiento, las personas sufren en silencio. Y sé de robos y asesinatos, de abusos sexuales y de trata de blanca, y veo tanta maldad en mi entorno, mientras la gente voltea la cara para ver vitrinas en las plazas y llenarse las bolsas de…de nada, y pretenden que no esto existe, que esto no pasa.

Sin embargo, lo entiendo, a veces la gente piensa que negar el problema va a hacer que desaparezca, y escuchamos frases motivacionales que sólo nos juegan el dedo en la boca, frases que dicen: “tú eres luz, tu eres paz, tú eres exitosa” “tú puedes cambiar el mundo” ¡por favor! ¿a quién engañan? Como les he dicho antes, no podemos ni cambiarnos a nosotras mismas. El único que realmente puede cambiarte y cambiarme es Dios, porque Él es el único que en verdad nos conoce, y entonces sí, enfocadas en Él, podemos comenzar por influir en nuestro pequeño entorno, la gente habla, habla de muchas maneras, dice cosas con sus gestos, sus actitudes, su silencio, ¡caramba, hasta un suicida va dejando tras de sí muchas migajas! Y yo sé que tal vez, no podamos cambiar el rumbo de todas las cosas, pero definitivamente si podemos escuchar, preguntar, involucrarnos, orar por y con la gente de nuestro entorno. Necesitamos desesperadamente dejar de buscar nuestra comodidad y dejar de vivir para nosotras mismas.

Por favor, esta semana comienza en tu casa; escucha a tus hijos, a tu esposo, a tus padres, al empleado que te atiende, al amigo de tu hijo, al vecino… escucha, ora, sirve, deja de ignorar la maldad de nuestro entorno, deja de vivir para ti misma, ¡detente! deja de sacar ventaja de todo, no siempre tienes que salir beneficiada.

¡Comienza a vivir una vida como Dios manda!

Que tengas una linda semana, y que Dios te bendiga


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