¿Yo? ¿Seguir a Cristo?

Uno de los graves errores de nuestra generación es el creer que seguir a Cristo es algo tedioso, aburrido, limitador, fanático y hasta tonto. La realidad es muy distinta de los estereotipos y la experiencia es inigualable. Sin embargo, es curioso que quienes se resisten al llamado a seguir a Cristo ni siquiera se regalen la oportunidad de averigarlo por sí mismos.

El gran matemático Blaise Pascal decía que si uno practicaba el cristianismo y al final era todo mentira, al menos uno habría vivido una vida plena, haciendo el bien a los demás y de manera tranquila y ordenada sin remordimientos. En cambio, si uno rechazaba el cristianismo y al final todo era verdad, uno sufriría la peor pérdida y una eternidad en el infierno.

El problema es que nuestra generación no piensa en el futuro. Somos una generación completamente egoísta, centrada en el aquí y en el ahora. Nos han vendido la idea que esto es todo lo que hay y que lidiemos con las cosas conforme se presenten. “Vive el ahora y no te preocupes por el mañana”, nos dicen. El problema no es preocuparse por el mañana, sino el hacer hoy lo necesario para “tener” un mañana. Esta generación quiere ir a cortar las manzanas que hoy cuelgan del árbol, pero no quiere plantar las semillas para el manzano del mañana.

En las palabras de Jesús, Cristo vino para que tengamos vida. En otras palabras “vivimos” con la ilusión de que tenemos vida cuando en realidad estamos muertos. La reflexión del rey Salomón es que todo esto, todo lo que hay debajo del sol no es vida; ni las riquezas, ni el trabajo, ni los placeres del mundo… ¡esto no es vida, está hueco, vacío! Su conclusión fue que la vida sin Dios no es vida.

Los autores del Nuevo Testamento nos describen nuestras vidas como aquellas de los esclavos; atados a un amo cruel que nos fuerza a cometer todo tipo de actos vergonzosos. Los grandes caudillos de la historia siempre han coincidido en que la esclavitud no es vida. Muchos incluso han escogido la muerte antes que seguir viviendo en esclavitud.

De modo que hemos nacido esclavos del pecado, siguiendo la corriente de este mundo y nos hemos perdido de lo maravilloso que es ser libres, de lo hermoso que es tener vida. Es entonces cuando Dios en carne y hueso viene a rescatarnos, a darnos vida en abundancia. A darnos significado, propósito, destino, y una herencia incomparable.

Cuando Cristo nos rescata de nuestra ‘vida’ de esclavitud y nos hace partícipes de sus inagotables riquezas, entonces comprendemos lo que nos habíamos perdido. Experimentamos la incomparable gracia de Dios y la verdadera libertad que tenemos en Jesús. Nuestras faltas son perdonadas y nuestras vidas transformadas. Nuestra debilidad es tornada en fortaleza, nuestro llanto en gozo, nuestras dificultades en esperanza viva…

Seguir a Cristo es más que una apuesta a la vida después de la vida o un intento desesperado por escapar de las llamas del infierno. Seguir a Cristo es alcanzar la felicidad, la libertad y la plenitud de vida de un Dios que se hace accesible a los que le buscan.

Buscad a Dios mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” Isaías 55:6


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