Los libros no Inspirados

Los libros no inspirados

Cuando era un adolescente mi papá nos dejó a mi hermano mayor, a mi hermano menor y a mi en su oficina a cargo de compaginar y grapar unas revistas que debía repartir al día siguiente. Al terminar nuestro trabajo y quedarnos solos en la oficina comenzamos a jugar. Mi hermano el mayor empezó a molestarme con una escoba, como hacen los hermanos mayores cuando están aburridos, y me correteaba alrededor de la larga mesa de compaginación.

Recuerdo que al fondo de la oficina había unos ventanales muy grandes y la puerta corrediza de acceso era de vidrio. Pues cuando mi hermano no pudo darme alcance por estar la mesa entre nosotros, tuvo la brillante idea de alcanzarme lanzándome la escoba como si fuera una jabalina. Yo esquivé la escoba pero detrás de mi estaba la puerta y solo escuchamos el espantoso “¡crash!” cuando el vidrio se reventó.

La cosa se intensificó cuando mi padre se enteró, pero mis dos hermanos se pusieron de acuerdo para decir que yo había arrojado la escoba y que yo era quien había quebrado el vidrio.

¡Hubieran visto mi cara cuando mi padre le preguntó a mi hermano mayor “¿quien rompió el vidrio?” y el respondió: “fue Jorge papá”! Todas mis esperanzas estaban en que mi hermano Edgar, quien es dos años menor que yo y siempre fue mi compañero de travesuras, demostrara con su testimonio que Alejandro mentía. “¿Quién rompió el vidrio Edgar?” –“Fue Jorge papá” ¡Qué ¿qué?! No daba crédito a mis oídos. Primero me puse colorado de rabia y grité, rogué que dijeran la verdad, mi padre era un hombre muy duro a la hora de disciplinar… al final lloré frustrado y de la impotencia por no poder demostrar mi inocencia. Papá no tomó acciones disciplinarias contra ninguno y no dijo nada más. Yo creo que a pesar de los testimonios me creyó pues sabía que, en aquel entonces, no gozaba precisamente del favor de mis hermanos.

Pero le platico esta historia porque muchos de nosotros hemos estado en situaciones en las que alguien dice una cosa y otra persona algo completamente opuesto. ¿Cómo saber la diferencia? Salomón demostró su sabiduría en el caso de las dos mujeres que reclamaban al mismo bebé como propio en 1 Reyes 3, ¿¡pero quién tiene la sabiduría de Salomón!? Habiendo tantos libros que dicen ser Palabra de Dios además de la Biblia ¿cómo podemos saber si en verdad son inspirados o no?

Me quiero referir en particular a los libros que conocemos como Libros Apócrifos, es decir, aquellos libros que algunos aceptan como inspirados por Dios y otros los rechazan.

Gran parte del conflicto con estos libros es que están incluidos en algunas ediciones de la Biblia, en particular las ediciones católicas. Estos controversiales libros se incluyen ya que la iglesia romana les otorgó el reconocimiento como libros inspirados por Dios en el concilio de Trento de 1,546 D.C. Sin embargo la iglesia cristiana protestante los ha rechazado y la iglesia ortodoxa griega, así como la de Inglaterra, les ha dado un reconocimiento limitado.

Es importante decir que estos libros no eran reconocidos por el pueblo de Israel como Palabras de Dios ni formaban parte de las Escrituras. Lo que es más, todos los demás libros inspirados por Dios son citados y referenciados en los demás libros de la Biblia pero los escritos apócrifos no son citados ni reconocidos por ningún otro autor de las Escrituras.

Los libros apócrifos son: Sabiduría de Salomón, Eclesiástico o Sirach (no confundir con Eclesiastés), Tobías, Judith, 1 Esdras, 2 Esdras (no confundir con Esdras), 1 Macabeos, 2 Macabeos, Baruc, Carta de Jeremías (no confundir con Jeremías), adiciones a Ester, Oración de Asarías, Susana, Bel y el Dragón, Oración de Manasés.

Entonces ¿por qué la iglesia Católica sostiene que algunos de estos libros son inspirados por Dios? La realidad es que la iglesia católica reaccionó a las reformas protestantes, a principios del año mil quinientos, con algunas medidas de control social para tratar de mitigar la gran deserción que experimentó como consecuencia del protestantismo. Al reconocer en Trento estos libros como inspirados por Dios, la iglesia sustentó nuevas doctrinas como la del purgatorio, las oraciones por los muertos, peticiones a los “santos”, adoración a los ángeles y “ofrenda de limosnas” expiatorias por los pecados. Enseñanzas claramente en contra de lo que enseñan las Escrituras fuera de los libros no inspirados.

El valor de estos libros es histórico y gramatical ya que algunas de sus enseñanzas son heréticas e inmorales, algunas historias son imaginarias y no recibieron la aceptación y reconocimiento como Palabras de Dios por parte del pueblo de Dios.

Algo similar ocurre con los libros denominados pseudoepígrafa, es decir, rechazados por todos ya que no son auténticos aún cuando se argumenta que fueron escritos por autores bíblicos, la realidad es que expresan fantasías religiosas y magia de los primeros siglos.

El evangelio de Bernabé es un claro ejemplo de esto ya que es promovido por los musulmanes como un evangelio original escrito por un hombre llamado Bernabé de quien se dice que era discípulo de Jesús. Así que dicen que fue escrito por un hombre judío en el primer siglo que anduvo con Jesús.

Si Bernabé es verdaderamente el autor entonces es razonable esperar que conocería o estaría familiarizado con las cuestiones básicas de la vida judía en esa época. Sin embargo, está lleno de errores incluyendo un error geográfico que describe Nazaret como un pueblo de pesca, cuando en realidad está a 14 kms. del Mar de Galilea.

Este libro también asegura que Herodes y Pilato reinaban juntamente en Judea en el tiempo del nacimiento de Jesús. Sin embargo, Herodes reinó solo en Judea del 37 – 4 A.C., mientras que Pilato reinó treinta años después, del 26 – 36 D.C. También declara que Mahoma es el Mesías y asegura que Judas es el que murió en la cruz y no Jesús.

El simple hecho de que los libros apócrifos hayan sido aceptados mil quinientos años después de la fundación de la iglesia debe hacernos levantar la ceja del escepticismo y extremar precauciones. ¿Por qué ningún otro creyente los reconoció como Palabra de Dios durante más de 17 siglos? ¿cuáles fueron las presiones que motivaron a la iglesia a tomar esta decisión? Sabemos que los libros apócrifos no reúnen los criterios que hemos aprendido para la canonicidad.

¿Qué hacemos entonces con ellos? Podemos leerlos como leeríamos cualquier otra obra literaria de hombres. Nos enseñan muchas cosas acerca de la cultura en el tiempo en que fueron escritos y del lenguaje que se usaba, pero debemos tener cuidado de no tratarlos como Palabras de Dios y mucho menos practicar lo que publican.

Dios hizo una clara y fuerte advertencia al final del siglo primero cuando le habló al apóstol Juan en el libro de Apocalipsis. Una advertencia que todos nosotros debemos observar con temor y temblor:

“Yo testifico a todo aquel que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa ciudad y de las cosas que están escritas en este libro.” (Apocalipsis 22:18-19)


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