Lealtad perdida

“No seáis desleales para con la mujer de vuestra juventud. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio” (Mal. 2:15, 16)

Este pequeño versículo lo encontramos en el último libro del Antiguo Testamento justo después de que el Señor le ha reprochado al pueblo de Israel, muy severamente, su falta de lealtad hacia Dios. Esto me hizo pensar en lo sencillo que nos resulta volvernos desleales, bruscos, ofensivos y en ocasiones hasta violentos con aquellos más cercanos a nosotros.

¿Te has preguntado por qué cuando andabas de novio o novia te era tan sencillo aceptar los caprichos de la otra persona? ¿Te acuerdas que antes de tus amigos, el futbol, la novela… ¡a veces incluso antes que tus padres! ponías el tiempo para estar con ese muchacho guapetón o esa chica despampanante?

Hazte la pregunta con toda seriedad: ¿qué ha pasado?

Tan solo unos cuantos años al futuro de esos recuerdos y de pronto ya no tienes tiempo para ella, las cosas absurdas y “tonterías” que antes le celebrabas ahora “¡te hartan!”, compartes la misma casa, los mismos hijos pero se ha perdido algo, se ha perdido la lealtad.

Si me dices que le eres fiel a tu esposa o esposo te lo creo pero, ¿le eres leal?
Ser leal quiere decir jugar en el mismo equipo, quiere decir verdaderamente interesarte por aquellas cosas que le importan, quiere decir darte cuenta que algo le cuesta trabajo y necesita tu ayuda y que siempre estás allí para ella o para él.

Estoy convencido que todos queremos la lealtad de nuestra pareja. Todos deseamos ser escuchados, todos queremos que nos ayuden cuando lo necesitamos, todos buscamos sentirnos amados pero tan solo por un momento hazte la pregunta: ¿estoy logrando esto para mi pareja?

Quiero proponerte que Dios, el Todo Poderoso, cree que tu eres exactamente la persona ideal para cuidar de su hija o de su hijo. Que te hizo exactamente con todo lo que se necesita para que ames a la otra persona tan profunda y escandalosamente que la paz y el amor de Cristo en tu hogar no se pueda ocultar.

No repudies a tu esposa o esposo, no repudies a tus hijos, no repudies a tus hermanos y hermanas, sé leal, camina con ellos el camino y carga sus cargas… descubrirás que el amor de Dios es más ligero de lo que crees.


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