Una de las frases que muchos de nosotros recordamos de aquella ocasión en la que Jesús fue tentado en el desierto en Mateo 4 es: “No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Las palabras de Dios han salido de la boca de Dios, es decir, son exhaladas por Dios. Hago este énfasis que pudiera antojarse obvio, porque cuando hablamos de la inspiración estamos hablando “del proceso mediante el cual Dios obró por medio de escritores humanos, sin destruir sus personalidades individuales y estilos, para producir escritos divinamente autoritativos e inerrantes” . Un proceso por el cuál el Creador nos ha comunicado las palabras que han salido de su boca.
Muchas personas al escuchar que “la Biblia fue inspirada por Dios” entienden el concepto de inspiración como el de un artista que estando especialmente motivado produjo música, poesía o una pintura. Pero en teología cuando decimos que la Biblia fue inspirada por Dios, lo que estamos diciendo es que los autores humanos fueron dirigidos y estuvieron bajo la influencia del Señor mientras registraron las palabras que Él mismo les instruyó que escribieran.
Esto es algo que nos obliga a hacernos algunas preguntas importantes como ¿qué es lo inspirado, el autor o los escritos? ¿las palabras o los conceptos? ¿los originales o las copias? ¿Y cómo es que Dios los inspiró? ¿les dictó lo que habían de escribir?
Por ello es importante ahondar un poco más en la inspiración de las Escrituras, porque de ahí se desprenden también las respuestas en cuanto a la inerrancia de las Escrituras (que no contiene errores), la infalibilidad de la Biblia (que no puede equivocarse), la autoridad de la Biblia (que tiene la autoridad misma de Dios) y la suficiencia de la Biblia (que es todo lo que Dios quiere comunicarnos).
De manera lógica, una vez que ha sido establecido que la Biblia es la Palabra de Dios, todas las demás vertientes encuentran respuesta:
• Si la Biblia es la Palabra de Dios entonces no puede equivocarse, porque si se equivoca entonces no es la Palabra de Dios. Dios no comete errores. (infalibilidad)
• Si la Biblia es la Palabra de Dios no puede contener errores pues Dios es perfecto (inerrancia)
• Si la Biblia es la Palabra de Dios entonces la Biblia tiene toda la autoridad de Dios (autoritativa)
• Si la Biblia es la Palabra de Dios entonces es todo lo que Dios quiere comunicarnos (suficiencia).
Por lo anterior es que al determinar la inspiración de las Escrituras podemos tener la confianza de que los 66 libros que componen la Biblia son la norma para la vida y la espiritualidad tal y como Dios nos lo ha querido comunicar.
En las Escrituras hay ejemplos claros en los que Dios mismo escribió algunas de las palabras de la Biblia (Éxodo 31:18; 32:16; 34:1, 28), en los que Dios instruyó a hombres a escribir las palabras divinas (Isaías 30:8; Jeremías 30:2), en las que Jesús promete a sus discípulos que el Espíritu Santo les recordaría las palabras que les habló (Juan 14:26), y en los que los apóstoles claramente dicen escribir los mandamientos del Señor (1 Corintios 14:37).
Pablo le explica a Timoteo que todas las Escrituras son inspiradas por Dios en 2 Timoteo 3:15-17:
“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
Ya hemos explicado cómo es que Dios ha validado las palabras de sus profetas y apóstoles por medio de señales y prodigios sobrenaturales. Pero el apóstol Pedro lo explica con mayor claridad en su carta de 2 Pedro 1:21:
“Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.”
En este sentido el Espíritu Santo personalmente supervisó la transmisión de sus palabras en los escritos proféticos y apostólicos, mismos que eran tratados con extrema reverencia y cuidado por tratarse de las mismísimas palabras de Dios. Por ello es que podemos decir que las palabras son inspiradas por Dios.
De hecho la Biblia nos explica repetidas veces que son las palabras las que fueron dadas por Dios:
Éxodo 4:12 – “Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.”
Ezequiel 2:7 – “Les hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son muy rebeldes.”
Éxodo 20:1 – “Y habló Dios todas estas palabras, diciendo:”
1 Corintios 2:13 – “lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.”
Para poder entender este proceso de inspiración, a lo largo de los años se han desarrollado diversas teorías, pero no todas tienen un buen sustento. Por ejemplo, hay quienes asumen que Dios dictó todas las palabras de la Biblia y que los autores sencillamente hacían la función de secretarios. Si esto fuera cierto, el lenguaje y estilo literario de la Biblia sería el mismo de principio a fin, pero en cambio podemos leer que los autores muchas veces expresan sus propios sentimientos, temores y alegrías. De hecho hay pasajes como Romanos 9:1-3 que no tendrían sentido si Dios los hubiera dictado.
Otras teorías dicen que Dios solamente inspiró los conceptos y no las palabras que escogieron los autores. Si así fuera habría un sinnúmero de contradicciones en la Biblia. Algunas otras posturas asumen que solo ciertas partes de la Biblia son inspiradas pero no toda. Esto es muy delicado pues hace que el lector se convierta en el juez de lo que es inspirado y lo que no. De hecho hay un movimiento llamado Neo-ortodoxo que enseña que la Biblia es verdad solamente si usted cree que es verdad. De manera que depende de cada individuo creer lo que mejor le convenga y dificilmente habrá dos personas que puedan estar de acuerdo en qué es cierto y qué es falso.
Obviamente el abanico de ideas en cuanto a la Biblia es tan amplio como las personalidades de cada quien. Incluso hay quienes sencillamente argumentan que es un libro más con algunos consejos “lindos” que se pueden seguir o no, según las preferencias de cada persona.
Lo que hemos analizado a lo largo de este libro y con las evidencias históricas, testimoniales, arqueológicas y sobrenaturales, es que la Biblia en realidad es la Palabra de Dios, y que Dios mismo inspiró las palabras usadas en los escritos originales. A pesar de que los autores diferían en personalidades, tiempos y experiencias, Dios dirigió sus pensamientos y opiniones para expresar las palabras que Él quiso que quedaran registradas.
Es importante notar que en la época en la que la Biblia se escribió no existía la cantidad de recursos que tenemos en la actualidad. Los autores no tenían paquetes de cientos de hojas a su disposición para abusar de los adjetivos y las metáforas. De hecho los materiales en los que escribían, como pieles de animales, pergaminos, tablillas, etc. limitaban la extensión de lo que se escribía, por lo que las palabras debían de escogerse cuidadosamente.
Si los mismos autores, separados por siglos de distancia, han corroborado que las palabras que escribieron son inspiradas por Dios, y la audiencia original las recibió y preservó como tales debido a las innegables evidencias presenciadas, podemos tener la absoluta seguridad de que la Biblia tiene su origen en Dios y es precisamente esto lo que nos da la confianza en su inerrancia, infalibilidad, autoridad y suficiencia.
Sin embargo debo hacer una aclaración importante. Dios inspiró los escritos originales. Esto no quiere decir que haya inspirado las copias de esos escritos ni las diferentes traducciones que existen de ellas. Las traducciones y las copias pueden ser falibles. Invariablemente en cualquier traducción habrá diferencias con el original, aunque sean mínimas o poco significativas. Pero a pesar de ello, no debemos olvidar que detrás de la producción de las Escrituras está Dios, y detrás de la preservación de Su Palabra, y en cada parte del proceso el Espíritu Santo se asegurará de honrar las palabras de Jesús cuando dijo: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras nunca pasarán”.
La Biblia es la Palabra de Dios y Él tendrá cuidado de que permanezca para siempre.