¡Las bodas homosexuales!

El tema del matrimonio homosexual se ha convertido en el “tema candente” del momento. Por un lado los cristianos levantan todo tipo de argumentos en contra del matrimonio homosexual desde citas bíblicas hasta justificaciones sociológicas y la preservación de la raza humana. Por el otro lado los proponentes luchan a capa y espada por lograr su cometido; que se respete el derecho al matrimonio a personas del mismo sexo.

En medio de esta guerra encarnizada me pregunto si los cristianos nos hemos dejado absorber por el remolino mediático y perdemos de vista lo verdaderamente importante.

La homosexualidad es un pecado como lo es la mentira, el robo, el adulterio, la idolatría… hasta ahorita no recuerdo una campaña realizada por los apóstoles del Nuevo Testamento o los Profetas del Antiguo Testamento dirigida específicamente a un pecado en particular fuera de la rebeldía y el negarse a reconciliarse con Dios. ¿Por qué entonces nosotros nos embatimos contra un mundo ciego a la gracia de Dios por las consecuencias de su pecado?

Digo, si hemos de tomar campaña contra pecados en lo particular me encantaría ver una campaña en contra de la mentira. ¡Qué tal se verían las redes sociales tapizadas de letreros “no mientas”! ¡La mentira ofende a Dios! ¡Los mentirosos no entrarán en el Reino de los Cielos! Y entonces pondríamos cientos de videos de gente susurrando al sonar del teléfono: “dile que no estoy”, a los padres diciéndole a sus hijos: “ahora sí, mañana te llevo mi hijito”, o algunos cristianos: “he estado orando mucho por ti”…

Lo que quiero decir es, de que sirve hacer una campaña que nunca ganaremos en los medios porque el mundo caído hace lo que un mundo caído sabe hacer: invariablemente las cosas que ofenden a Dios.

¿Entonces qué? ¿Nos quedamos con los brazos cruzados mientras nuestras autoridades hacen leyes que contravienen a la mismísima Palabra de Dios?

¡Claro que no! No nos quedamos de brazos cruzados, hacemos lo que Dios nos pidió que hiciéramos: Compartir las buenas nuevas del Reino de Dios. Nos volvemos embajadores de la reconciliación a un mundo que está enemistado con su propio Hacedor. Dejemos de cazar homosexuales y acerquémosle a este mundo caído el grandioso mensaje de Aquel que vino a morir en la cruz, a pagar el precio por nuestro pecado para que pudiéramos estar reconciliados con Dios.

¡Dios te bendiga!


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